Ver casos

Soy dueña de un negocio de comida en [el Velódromo Panamericano de] Coamo, el cual ha sido cerrado por la orden ejecutiva y la pandemia del COVID-19. [El 2 de abril del 2020, a eso de las 11:00 a.m.] visité mi negocio para verificar su estado. Desde que comenzó la pandemia he visitado mis facilidades semanalmente para asegurarme que no haya ningún daño, robo ni vandalismo. Es importante mencionar que la Policía tiene un cuartel de [la División de Tránsito] dentro del área de los locales del Velódromo, justo en frente de la entrada y salida de las facilidades. Por ende, para llegar a donde e irse de mi local tenemos que pasar por frente del cuartel.

Este día me acompañó mi esposo que permaneció afuera de mi negocio esperándome mientras yo hacía las gestiones pertinentes. De momento, él me indicó que vio y escuchó a un oficial gritarle palabras soeces desde el estacionamiento del cuartel de Policía [previamente mencionado]. Entre lo que pudo entender, mi esposo me dijo que escuchó al oficial gritar “¡No sé qué carajo hacen allá arriba!”.

Terminamos de hacer nuestras gestiones en el local y nos dirigimos a abandonar las facilidades en nuestro vehículo, pero para hacer esto tuvimos que pasar por frente de la estación de Policía. Cuando estábamos llegando cerca de la estación vimos que el oficial movió su patrulla al medio de la carretera y obstruyó el paso de la carretera, obligándolos a detenernos. Entonces, cuando nos detuvimos, este movió la guagua a lado de la carretera y nos hizo gesto para que pasáramos y nos detuviéramos.

Nos detuvimos justo a lado de la estación de la Policía y el oficial se acercó a nuestro vehículo para entablar diálogo. Antes de detenernos, asumimos que el oficial estaba desinfectando el interior de su vehículo, ya que tenía máscara, guante y desinfectante. El oficial no se quitó su equipo de protección de higiene cuando fue a hablar con nosotros.

De la primera, el oficial nos preguntó qué hacíamos allí arriba. El oficial nunca se identificó y tampoco pudimos documentar su número de placa ni ningún otro tipo de información. El tono del oficial era uno arrogante***. Entonces, yo le expliqué que era administradora de un negocio de allá arriba y que vine a verificar cómo estaban las cosas. A esto, él me contestó que “No se supone que esté nadie en la calle y que no se supone que estuviéramos allá arriba.”

Intento hacerle entender que estaba preocupada porque el dueño de las facilidades no contestaba y quería verificar las facilidades de mi negocio estaban bien de daños, robos o vandalismo. Sin embargo, el oficial no hace el intento de escucharme ni entenderme y me dice que “allá arriba no se supone que estuviera nadie y no se supone que están saliendo, a menos que sea para el doctor, los supermercado o negocio de comidas”.

Como respuesta, le refuté que era dueña de un negocio de comida y que, por ende, estas restricciones de la orden ejecutiva no me aplicaban a mí, pero el oficial me respondió con amenazas diciéndome que si continuaba argumentando me iba hacer una denuncia de $5,000 y 5 años de cárcel.

Ahí entendí que el oficial está mintiendo sobre la orden ejecutiva y tenía una actitud intransigente. No soy una persona amenazante en mi hablar personal, por lo que no había razón por la cual hablarme de esa manera. Decidí no cuestionarlo y mantenerme callada porque se encendió una alarma en mi mente. Si la Policía hace un argumento que no es cierto y está de mal humor de por sí, por experiencias pasadas, uno puede terminar en la cárcel si uno se atreve a refutar. Mi papá era policía y no abusaba de la gente así. De tener una discusión con un policía uno puede terminar arrestado.

Ese fue el día que surgieron los contagio en los cuarteles en el oeste [de la isla] y en San Lorenzo. Pienso que eso fue un knee jerk reaction a esa situación, ya que los [trabajadores esenciales] tienen esas presiones y preocupaciones de contagiarse con COVID-19. No obstante, la Policía no me puede mentir y tratarme de esa manera. Mi esposo y yo estábamos pasmados de que esto nos hubiese pasado. Trato de quedarme en casa, salir una vez a la semana y de hacer todas las gestiones en un día y no volver a salir.

No, porque no estaba en ley, porque las razones dadas no eran ilegales. Me detuvo para interrogarme cuando no tenía una razón. Para colmo, me amenazó con una denuncia que no es cierta.

Que no podía estar fuera solamente para supermercados, citas médicas y para la administración de negocios de comidas [por la orden ejecutiva].

El oficial me dijo que si continuaba argumentando me iba hacer una denuncia de $5,000 y 5 años de cárcel.