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Estaba paseando a mi perra alrededor de la cuadra entre 5 y 6 de la tarde, y cuando voy regresando a mi edificio, ya tengo las llaves para abrir la entrada, una patrulla con tres guardias adentro prende los biombos. Era una patrulla estatal, la tablilla es “GE 008866”, solo tuve intercambios con el conductor.

Me indicaron que no podía estar ahí. Les expliqué que estaba sacando a mi perra para que haga sus necesidades, que ya estoy llegando. Me respondieron “que las haga adentro [del edificio]”. El oficial me salió con groserías, con altanerías, me dijo que le compre pads a la perra.

Habían alrededor de ocho carros esperando a que la patrulla se moviera, porque se detuvo ahí, en el medio de la carretera. Las personas que estaban esperando a que la patrulla se moviera, gritaban que me dejaran ir, que “está demás”.

Caminé a mi perra, boté su bolsa de excreta, y regresé, eso fue todo; así le dije. El que tiene perros sabe que un perro entrenado a hacer sus cosas afuera, no usa pads. Mi perra tiene 10 años, ese es el tiempo que lleva haciendo sus necesidades afuera.

Estaba entrando al edificio de mi apartamento. Si los policías se bajaban de la patrulla, iba a entrar a mi edificio, ahí no me podían hacer nada, yo conozco mis derechos. Si hubiese sido lejos de mi edificio me hubiese sentido más amenazado aún.

No, claro que no. Me hostigaron. Llevaba desde que empezó la cuarentena caminando mi perra y nunca me detuvieron, aunque pasara un guardia. Con decirle a la gente que regresen es suficiente, no hacen falta las amenazas.

Me senti incómodo y hostigado.

Me dijo que la orden ejecutiva no me permitía caminar al perro.

El oficial me dijo ‘no puede estar caminando, te puedo multar o arrestar’. Pero ya yo estaba listo para entrar a mi edificio.