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En el año 2019 fui intervenido y arrestado por la Policía e ingresado en la cárcel de Las Cucharas en Ponce (centro de ingreso 676). Era la primera vez mis 59 años que era ingresado en una institución penal, lo que resultó en un proceso de adaptación. Este proceso no es sencillo, aunque asumí una posición de sumisión desde un principio. Luego aproximadamente 6 meses, comencé a darme cuenta se debe denunciar las cosas con las que uno no está de acuerdo. Independientemente si uno está cumpliendo cárcel o no. Y ese fue mi mayor problema en mi proceso de adaptación, los reclamos que le hacía a la institución sobre mis derechos y el trato de los oficiales de custodio. Por eso también tuve problemas con otros confinados.

Al hacer caso omiso de mis reclamos, uno empieza a indignarse y tampoco niego que uno se enfurece, y como consecuencia, uno alza la voz y protesta. De hecho, mi manejo de temperamento es un aspecto que siempre me ha ocupado espacio en mi comportamiento, pero es una cosa que estoy manejado efectivamente.

Cuando en enero del 2020 comienzan a ocurrir los temblores del sur, se mostró un manejo horrible de la seguridad de los confinados. Estos episodios fueron horribles, lleno de mucho temor y angustia para los confinados. De hecho, un grupo de confinados se organizaron y realizaron una demanda de clase por estas negligencias. Ahí fue que, por primera vez, tuve confrontaciones con el superintendente de la institución.

Cuando el superintendente dio su visita rutinaria, pero en esta ocasión para ver los daños de la estructura ocasionado por los terremotos y hablar con confinados específicos de la matrícula de mi módulo en la primera planta. Dentro de mi frustración ante la situación, tiré desde mi celda [en la segunda planta] pedazos de concreto que había recogido para mostrarle al superintendente que aquí le había pasado algo a la infraestructura y que la administración no estaba tomando las medidas para manejar apropiadamente nuestra seguridad.

Sin embargo, resultó que mucho de mis compañeros confinados pensaban que estaba picando fuera del hoyo ya que, según sus puntos de vista, mi actitud en contra de la administración no era la mejor. Por eso tuve problemas con algunos otros confinados y la administración decide reubicarme al modulo 8-b-7, donde allí nos reducen de las 4 horas de supuesta recreación a solamente 2 horas. Es decir, que de 24 horas del día nos proveían un alivio al encierro de 2 horas sin mediar mayores explicaciones.

Allí en ese módulo nuevo traté de iniciar una desobediencia civil contra la administración. Redacté un documento para que fuera enviado a los demás confinados de este centro de confinados. Desde el punto de vista ciudadano, toda injusticia se debe denunciar, se debe buscar mediaciones y no asumir una posición de entrega ni ser complaciente a todo lo que diga la administración.

Pero como estos confinados no querían problemas con la administración, me busqué problemas con estos. Por ende, me reubicaron al modulo 2-7-B donde la dinámica era otra con los oficiales y los confinados. Por eso yo acepté mi derrota y no seguí con mi lucha por lo que yo entendía que eran mis derechos y los derechos de la comunidad.

El viernes, 24 de abril de 2020, aproximadamente a las 6:00 p.m., terminé de ducharme y me dirigí a un espacio común en el segundo nivel del módulo para hablar con otros confinados. A eso llega el guardia José Sánchez a dar sus rondas.

Anterior a esta tarde del 24 de abril, creo que el fin de semana anterior a este, hubo una situación con Sánchez. Este estaba dando sus rondas de supervisión mientras los confinados veíamos la película de StarWars, ya que a veces ponen películas para verla desde la celda. Cuando él pasa por la celda, digo que es Dark Vadder. Por lo que puede entender, este se lo cogió personal.

Cuando estaba en el segundo nivel con los otros confinados, Sánchez entró al módulo para hacer la inspección rutinaria de cada 2 o 3 horas. Cuando él entra al área común, me ordena a que me ubique a mi celda. Me lo dijo bien serio y poco amistoso. Ellos son muy rígidos con esa orden y no iba a buscarme problemas con los oficiales ni con los otros confinados, ya que si no obedecemos penalizan a todos los confinados del módulo. No voy a pelear por una tontería. Uno se ubica y ya.

Cuando recibí la orden la obedecí inmediatamente. Bajé las escaleras y me ubiqué en mi celda inmediatamente. No hay ninguna celda que tenga luz, así que cuando entro a la mía todo estaba oscuro ya que estaba anocheciendo.

Cuando llego, veo que Sánchez está en la puerta de mi celda con una actitud llena de furia e intolerancia. Le doy mi espalda al oficial para ir a sentarme en mi camastro. Pero ahí, sin entablar dialogo, ni hacer preguntas, ni dar órdenes, se avalanchó a mí y me da tres puños con su mano derecha en la cara.

Cuando recibo el primer golpe me quedo de pie, pero en el segundo y el tercer golpe cedí rodillas y caí al suelo. A todo esto, toda la matrícula estaba pendiente de lo que está pendiente. Este me dio en mi frente, cerca del ojo izquierdo.

Cuando caigo al piso estoy sangrando muchísimo por mi frente. Luego del último golpe y antes que Sánchez se fuera de mi celda me dijo “Pa’ que aprendas a respetar a los hombres, viejo bocón”.

En ese momento me sentí asustado, que mi seguridad y bien estar corrían peligro. También me estaba preguntando el por qué este oficial me acababa de agredir. Yo obedecí al pie de la letra sus instrucciones y no hubo ninguna indisciplina de mi parte.

Después mandó a cerrar mi celda, dio el resto de la inspección celda por celda y se fue. Cuando algunos de los confinados me vieron sangrando en el suelo comenzaron a gritarle [a la oficina] control “¡Emergencia!”, que eso es uso y costumbre para cuando se necesita ayuda o auxilio en la gente.

En respuesta vino el oficial Sánchez con otro más, y me llevaron por el pasillo hasta admisiones para luego ser llevado a emergencias médicas.

De hecho, yo estoy por buscar mi record penal dentro de la institución porque dentro escribí y documenté todo esto para hacer un informe en contra de [Sánchez]. Hubo un agente*que me prometió que iba a llamar a la Policía de Puerto Rico para hacer una denuncia, pero nunca pasó.

En emergencia, donde no hay espejos, sentí la apertura de mi frente al tocármela. Le pregunté a la Dra. Maje, una señora buena, joven, si me iba costurar la herida y me dijo que no. Le refuté pidiéndole que por lo menos me hiciera unos puntos de mariposas ya que lo tenía abierto. Sin embargo, me dijo que era necesario. Es por eso que tengo la cicatriz que tengo. El trato allí es de no hacer valer ningún derecho, de ninguna petición ser considerada.

Al final solamente me limpiaron la herida, me pusieron una gasa y me dieron medicamento inyectable para el dolor. Me dieron de alta.

Yo creo que [Sánchez] vino a mi celda predispuesto a golpearme. Aunque no tengo evidencia concreta, sí noté que andaba con un solo guante de cuero, típico para un asalto, en su mano derecha y con una sortija de indio dorada por encima del guante en el dedo del corazón. Luego de eso, nunca más lo vi con ese guante ni con esa sortija puesta. Eso definitivamente fue premeditado.

Esto y otros detalles más, como, por ejemplo, la forma de referirse a mí, la hostilidad y los prejuicios infundados con el que me miraba y trataba cuando entraba al módulo. Todo esto sin hacer nada. que no le hice ningún ademán.

Una semana después [el 1ro de mayo de 2020], tuve otro incidente con Sánchez donde él me echó peper spray en la cara y el cuerpo.

Dos semanas después, se presenta una acusación administrativa de parte del oficial Sánchez alegando un disturbio y desobediencia de mi parte por yo no dar mi nombre. Cuando hacen las inspecciones rutinarias, siempre nos preguntan por nuestro nombre y siempre tienes que darlo. Usualmente, se hace con la puerta cerrada, pero en este caso mi celda estaba abierta y él penetró mi área de vivienda para agredirme.

Cuando me citan para esta acusación administrativa yo le conté a la oficial examinadora todo lo que pasó. La acusación terminó archivada porque presenté mi versión y la oficial dijo que no eran imputables. No obstante, en ningún momento se le hizo una acusación a [el oficial Sánchez].

Después del evento este señor me hacía burlas y mofas, me sacaba el dedo y se frotaba los ojos, como si estuviese llorando.

La norma allí, entre estos guardias agresores e infames, es golpear, echar peper spray o accionar cualquier agresión física para enseñarle a los presos disciplina y, a la misma vez, usarlo de ejemplo para que los otros vean las consecuencias si los hacen enojar. Cualquier preso que se queje o que no sea bienvenido por los guardias es disciplinado de esta forma para amedrentarnos.

Quizás no es el mayor de los atropellos, pero sí fue un atropello indignante, abusivo, dañino y prejuiciado; tanto a nivel físico como emocional. En especial porque fue un acto premeditado. No sé si sabes cuando una persona te está mirando con desprecio, con odio. Esa es la actitud de muchos de estos oficiales abusadores en el día a día en correccionales como [las Cucharas en Ponce].

Esta es la primera vez que cuento esto con alguien profesional, para que mi historia sea compartida.

Me sentí atropellado, violado y abusado. El oficial violó mi dignidad como ser humano y me sentí completamente desprovistos de alguna garantía de mi seguridad.

No creo que me hayan tratado adecuadamente porque no me dio ningún tipo de conversación ni tuvo razón de agredirme. Simplemente, [Sánchez] vino con la predeterminación para agredirme.

No, porque no me dio ningún tipo de conversación o tuvo razón de agredirme y vino con predeterminación a agredirme.

Atropellado, violado y abusado. El oficial violó mi dignidad como ser humano y me sentí completamente desprovistos de alguna garantía de mi seguridad.