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Esto ocurrió en el Viejo San Juan, frente al Capitolio, el 18 de abril de 2017. Para ese entonces fui participante y activista de la huelga de UPR en Río Piedras. Para ese día se convocó una concentración a las 3:00 p.m. para protestar contra el Proyecto de la Cámara 785 que buscaba eliminar la comisión ciudadana de la auditoría de la deuda. Si esto ocurre, no sabríamos qué porción de la deuda es ilegal y nos pondría en desventaja ante la solución de la misma.

Había una concentración de 100 personas de la UPR en el área norte del Capitolio esperando para entrar y estar presente y para tener acceso y transparencia en la información. Estos estaban abogando por la auditoría y negociando en la puerta del Capitolio para poder entrar, pero la Policía y fuerza de choque estuvo presente en la parte baja de las escaleras.

No sé a qué hora, pero en algún momento la gente que trabaja en el Capitolio le empieza a negar la entrada a estudiantes por su identificación, por su vestimenta o por la cantidad de personas que podían entrar. En todo momento los estudiantes estaban negociando, cumpliendo con sus órdenes para poder entrar. Siguió la negación de los empleados del Capitolio y las cosas se pusieron intensas.

Yo tenía una pancarta bien larga, necesitábamos 4 personas para agarrarla s de lado a lado con dos pedazos de madera en los extremos. En ese momento recibimos mucho reproche de parte del Estado y nos trataron como criminales al hacer ilegal las capuchas y al estoquear nuestras redes sin nosotros saberlo.

Las cosas se pusieron calientes en las escalinatas del Capitolio, frente a los policías, así que decidí enrollar la pancarta y moverme hacia el Capitolio. En algún momento los trabajadores del Capitolio cerraron las puertas para comenzar la vista y aprobar el proyecto.

En ese momento empezó el forcejeo y de momento un oficial frente de mí me quitó la pancarta de las manos y me agredió con ella como si fuera un bate. Me bateó la cabeza. Me dio por la parte de atrás de mi cabeza, casi por el cuello.

Él movió sus brazos y su cuerpo hacia atrás para batear mi cabeza. Lo hizo con tanta fuerza que le dio a una policía que estaba a lado de él. Él se desquitó y no se controló en ningún momento.

Me dio tan duro que yo caí al piso, se me perdieron los espejuelos, y ahí me recogieron unos compañeros. Cerca de mí estaba la abogada Mariana Nogales. Yo estaba desorientada y ella me acompañó en el proceso, me habló sobre mis derechos y la necesidad de cuidarme en ese momento.

No hubo ninguna comunicación antes de que me agrediera. Lo que sí hubo fue forcejeo por parte de la Policía, empujando a los manifestantes para atrás y yo, como estaba físicamente en primera fila, me quitó la pancarta sin decir nada, sin ninguna razón.

Cuando me levanto del piso veo que él todavía estaba ahí con la rabia y la furia que tenía en su cara. Todo el mundo allí vio lo que pasó y le estaban llamando la atención, pero tomó varios minutos para que un teniente lo quitara de primera fila. Se vio como se estaba desquitando su furia con sus compañeros y diciendo cosas.

Se supone que eso no pase. Si un policía va a agredir a alguien se supone que nunca use un objeto que no sea parte de su equipo. En ese momento utilizó un objeto que era mío, me lo arrebató de mis manos para agredirme.

Soy trigueña y soy salvadoreña. Yo no soy puertorriqueña. Me identifico como una persona indígena. Esa es otra cosa que es importante rescatar. Yo fui la única persona agredida por la Policía, alrededor eran hombres, así que se ve cómo se desquitó con la primera mujer, estudiante y joven que estaba en su cara.

Mariana Nogales me llevó a un CDT en Santurce donde estuve varias horas y me hicieron un CAT scan y me trataron el chichón que se me había formado. Me recetaron pastillas para el dolor y el mareo. Estuve en observación por 24 horas en vigilancia para ver si tenía una concusión.

Al día siguiente Mariana me acompañó a un cuartel en el Viejo San Juan e hicimos una querella contra el oficial. Los oficiales sabían quién era el compañero que me agredió, de hecho, cuando el policía me agredió, su teniente o supervisor lo movió de primera fila. Sabían quién era, pero al final no sucedió nada. Pasaron semanas, pasaron meses y los abusos policiales continuaron.

Mariana Nogales fue mi abogada para ese entonces y me recomendó hacer una querella al Tribunal Federal en Hato Rey. Uno o dos meses después fuimos e hicimos la querella. Esto fue desde el 18 de abril, estamos hoy a 14 de octubre de 2021 y nada ha sucedido con esas dos querellas. Como hemos visto, el abuso ha aumentado, específicamente hacia las mujeres que somos las personas que ponemos nuestra cuerpa a primera fila.

Días después tenía un viaje de trabajo hacia fuera del país. Yo vivía en Río Piedras y cuando me fui a eso de las 4:00 a.m. dejé el apartamento bien cerrado con las luces apagadas y todo recogido. Cuando estoy allá afuera me escribe un vecino diciéndome que la puerta de mi apartamento estaba abierta.

Una semana después vuelvo al apartamento y lo encuentro saqueado. Mi cuarto estaba hecho un desastre. Alguien entró y volteó mi cama, sacó toda mi ropa del closet y todos los libros que tenía en tablillas estaban en el piso. Mi abogada y yo buscamos a ver qué faltaba en mi apartamento, pero no faltaba nada. Tenía cosas de valor en mi apartamento, como prendas de oro, que no se llevaron. En el momento reporté que no me habían llevado nada, pero luego me di cuenta que una carpeta con nombres e información de estudiantes manifestantes no estaba. Todavía estábamos en la huelga y siendo parte del comité del portón de Sociales tenía información de nombres, teléfonos, correos electrónicos y otra información de los estudiantes del portón. Era una base de datos que utilizamos para llamar y mover la base de datos de las convocatorias, de las manifestaciones, de las actividades y eso.

Pareciera que no fue que alguien entró, sino que fue intimidación por parte del Estado por yo haber hecho esa querella. Ahí me quedó bien claro que, por cuestiones de intimidación y buscar evidencia en contra de mí, entraron en mi apartamento sin mi consentimiento y se llevaron información confidencial. Igual, cuando hicimos la querella en el Tribunal Federal, parece que ya sabían y me amenazaron en el cuartel diciendo que tenía videos y fotos de mí agrediendo a la Policía, lo cual no es cierto, y que por eso la Policía estaba en todo su derecho a defenderse.

Esto me quitó tiempo, energías y dinero, porque tuve que comprar pastillas y pasar por todo el proceso. Gracias a la vida yo tenía seguro médico en ese momento, sino no sé cómo lo hubiese hecho en el CDT, porque todo eso es dinero. Igual, creo que es importante destacar que estos abusos afectan e impactan nuestras viviendas. Esta situación me tocó económicamente.

Estas luchas, las huelgas, la Policía, me cambiaron la vida. Yo siendo una persona de afuera, jamás había visto el nivel de abuso de parte del Estado hacia ciudadanos. Gente luchando por su país, nunca lo he visto en otra parte del mundo como lo he visto y vivido en Puerto Rico.

Absolutamente no, como bien he dicho, gracias a la compañera Mariana Nogales me pude educar sobre mis derechos y el trabajo de la Policía. Estas personas rompieron la ley, no tenían derecho para quitarme la pancarta con maderas y pegarme.

Me senti horrible, cuando hablo sobre esto se me hace un taco en la garganta. Me vienen las imagenes. Me costó muchísimo poder dormir bien, tuve muchas pesadillas después de eso. No podía dormir sola y me fui de mi apartamento porque no me sentía segura. Me costó regresar a manifestaciones. Cuatro años después siento rabia, tristeza y confusion; no pude creer que esto pasó, que el mismo Estado permitió que pasara esto y que nunca hubo acción legal.

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