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En la mañana del lunes, 15 de julio [de 2024] tenía a miembros de la prensa de camino a mi casa. Iba ser entrevistada sobre el video y comunicado de prensa que lanzó Kilómetro Cero denunciando a Héctor Mejía Miranda, mi vecino y agente de la Policía de Puerto Rico, por su patrón de acoso y amenazas en mi contra. La prensa llegaba a eso de las 10:30 a.m., así que fui primero a desayunar con mis hijos en el Burger King de Cotto Laurel en la carretera 506 en Ponce.

A eso de las 9:30 a.m. bajé de mi vehículo en el estacionamiento y cargaba a mi hijo de cinco años y llevaba a mi hija de diecisiete años de la mano cuando me abordaron dos agentes de la Policía de Puerto Rico. No sabía quiénes eran estos agentes, no tenían identificación y no me dieron razón de por qué intervinieron conmigo. Uno de ellos me preguntó y dijo: “¿tú eres la vecina de Héctor Mejías? Si te metes con uno te metes con todos”.

Seguí caminando sin responderles. Como no les contesté, le preguntaron a mi hija que si yo era su mamá. Le apreté la mano para que no contestara. Mi hija estaba tan nerviosa que se le aguaron los ojos.

Los dos policías se alejaron, pero no se montaron en su patrulla. Se quedaron cerca del área caminando a pie y mirando a ver qué íbamos hacer. Como los policías seguían en el lugar y mi hija seguía bien nerviosa, nos volvimos y nos fuimos para nuestra casa.

No. No me trataron adecuadamente. Ningún policía me tiene que abordar y preguntarme si soy vecina de quién, mucho menos estar abordando a menores de edad, que también son víctimas, poniéndolos en esta situación.

Sentí temor por mi vida y por la de los menores. Me sentí desprotegida. Me sentí revictimizada. Fue una situación peligrosa.