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Ellos [dos policías] llegaron en un carro blanco con cristales tintados, y sin mediar palabras me dispararon con el taser. Me caí del lado izquierdo, caí sólido al suelo sobre el hombro. Caí mareado, achocado.

Ese día [14 de julio de 2018] estaba haciendo un trabajo a un Tollota Tercel en mi taller de mecánica. El negocio mío tenía portones grandes, y se metieron [los policías en el auto] en la parte de al frente. Se bajó el chofer, se bajó el pasajero, y pensé que iban a revisar el negocio [como había sucedido anteriormente]. Yo me volteo para atenderlos y sin ninguna palabra dispararon el taser. El pito de la pistola sonó y ahí lo sentí. Fue en la parte derecha de mi pecho [cerca de la clavícula], encima del tatuaje de la nena mía, Paola. Me fui de lado directo al piso.

Cuando me desperté que abrí los ojos el carro estaba saliendo del negocio. Era un [Ford] Crown Victoria y tenía tablilla del gobierno, pero no estaba rotulado. Cuando abrieron la puerta pude ver la barra azul que ponen encima del dash, pero por fuera no tenían nada. Era un Crown Victoria, de los carros que usaba la Policía.

En un hombro tengo un sobrehueso, y desde ese momento que me levanté hasta el sol de hoy tengo molestia en el brazo izquierdo para subirlo y para estirarlo; me imagino que tengo que operarme la clavícula. Había ido al doctor, me dieron medicina, pero seguí trabajando porque tengo familia, tengo las nenas, y en 2017 perdí la casa y parte del taller [de mecánica] por el huracán [María].

Yo abrí mi taller el 5 de mayo de 2015, ya como a la semana llegó un grupo de policías que se bajaron, pidieron los permisos para el negocio, mi licencia y se fueron. Después de eso, como para agosto, volvió otro grupo, como de seis o siete, que se identificaron como agentes de [la División de] vehículos hurtados de Vega Baja y se metieron en el negocio. Empezaron a abrir vehículos, a coger [anotar] tablillas, a meterse al baño, a mirar la caja de herramientas… estuvieron como una hora ahí.

Para 2016 volvieron [los policías] y lo mismo: se metían al taller, abrían vehículos, me preguntaban por mi licencia de mecánico. Les decía que tengo todo al día, que qué hacen, y empezaron a hablar de forma soez, y uno me dijo “callate la boca, déjanos trabajar, siéntate ahí”. Uno de ellos me dijo que debo tener un libro de records para que todo vehículo que entraba y salía [del taller]. En 2016 me visitaron más de 7 veces. No era normal que visitaran tanto porque trabajé en otros sitios y solo hacían una intervención al año. Hablé con un policía, amigo mio, y me dijo que se supone que cada vez que ellos [los policías] fueran a mi taller, que firmaran el libro record.

En 2017 pasó el huracán [María] y siguieron con lo mismo: las patrullas se metían de cantaso, verificando carros, pidiendo papeles y mi licencia. No eran los mismos de siempre y cuando les pedía que firmaran el libro de record, se negaban.

En 2018 yo acababa de comenzar a trabajar luego del huracán, que fueron ocho meses sin luz y siete sin agua, se metieron doce agentes con la misma historia. Ahí les hablé un poco más fuerte, les dije que no quería que entraran, que me atrasaban el trabajo. Dije que iba a buscar ayuda legal, porque eso no era permisible y no me dejaban trabajar prácticamente. Ese día tenía clientes; una señora se montó en su carro y se fue. Imagínate tú, que estás en un taller de mecánica y que se metan policías de la peor forma.

Después de lo del taser traté de seguir con el negocio pero fue imposible. Cuando pasó eso, yo tenía tres mil dólares en una caja de herramientas, los tenía guardados en una bolsa de papel, y eso me los robaron. Después de que los policías se fueron, ese dinero desapareció. Era dinero para piezas, para renta…

Yo estuve en el suelo algunos dos o tres minutos, no sé si más porque sé que me caí, y cuando abrí los ojos ya el carro [de los policías] estaba saliendo. Al lado mío [del negocio] había un taller de electromecánica pero el muchacho no estaba ese día. Yo prestaba el estacionamiento del taller, un parking amplio que cabían más de cuarenta carros, para que los padres lo usaran para poder buscar a sus hijos en la escuela de al frente, pero ese día era sábado y el área estaba desolada. Yo estaba solo.

Yo lo que pienso es que a mí me robaron. Lo veo como un robo. Eso me costó el negocio. Volver a juntar ese dinero se me hizo imposible. Tuve que salir del negocio y tuve que hacer todo lo posible por reparar la casa porque después del huracán Maria nos quedamos sin ropa, mis nenas sin juguetes, sin televisión… Quince años de trabajo perdidos en un día.

Después de esa intervención estuve destruido. Había veces que me levantaba y no quería ir a trabajar, tenía miedo de abrir el taller, entraban personas y no les daba espalda, veía policías o patrullas que pasaban a desayunar en el negocio de la esquina y me sentía mal… estuve bien desconfiado de todo el mundo. No hay palabras para describirlo. Todavía estoy herido sentimentalmente. Paso por ahí, veo que fue mi taller, que fueron los sueños míos, que no puedo estar ahí, pienso en los planes que tenía, como comprar una casa propia, como poner a mis hijas en una escuela privada… todos los sueños destruidos.