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El 18 de abril [de 2020] fui a la UPR en Utuado para ver a mis caballos. Tenía a mis dos caballos en un llano dentro del recinto, pero como estábamos al principio de la pandemia y con el toque de queda recientemente establecido, la guardia me dijo que no podía pasar, que me tenía que ir a verlos por el monte. Por unos días así lo hice, subía por el monte para ir a ver y cuidar de mis caballos. Pero el gobierno se puso más fuerte con el toque de queda, estableciendo que no se podía salir si no era con permisos y dando multas. Decidí sacar a mis caballos del recinto para no tener que arriesgarme y violar el toque de queda.

El 28 de abril [de 2020] un amigo me acompañó para buscar mis caballos. Nos montamos en un caballo cada uno y nos fuimos para los portones de la universidad para sacarlos. Cuando pasamos por los guardias universitarios uno de estos me dice que no puedo hacer esto. Le explico que tenía que sacarlos porque no podía estar viniendo a verlos al monte por la cuestión del toque de queda. Él entendió y me dejó salir, pero la otra guardia, que estaba en la caseta se paró en el medio y me dijo: “No vas a sacar los caballos de allí”.

Le digo: “¿Cómo que no? Si estos caballos son míos. No puedo venir acá todos los días por el toque de queda”. Ella me repite que no voy a sacarlos.

La guardia empezó a cerrar el portón grande de la universidad y mientras yo logré salir primero, mi amigo, todavía montado el caballo, fue pinchado con el portón y tanto él como el animal recibieron un golpe.

Cuando mi amigo se logró zafar y nos fuimos de los portones la guardia me gritó: “¡Te voy a denunciar!”. Yo le respondo: “¡Denunciame! ¡Tú eres la que nos está agrediendo!”. Saliendo de allí sabía que me iban a llamar a la Policía.

De camino a mi casa, una patrulla de la Policía estatal se nos metió en frente, impidiéndonos el paso. Había dos oficiales en la patrulla: un oficial [hombre] uniformado con una polo y pantalones cortos azul marino y otra oficial [mujer] con un uniforme regular. El oficial se bajó de la patrulla, se paró en nuestro medio y me gritó: “¡Te bajas de la yegua ahora mismo, si no te arresto!”. No nos dijo la razón por la que nos estaba deteniendo ni nos dio opciones. Teníamos que bajarnos y ser detenidos sin explicaciones.

El oficial me acusó de estar robando algo de la universidad. Nunca me dejó explicarle que los caballos eran míos ni que los estabamos sacando para no violar el toque de queda. No me dejó hablar. Se puso jaquetón y me mandó a callar en varias ocasiones. Su compañera se estaba riendo de mí mientras él me gritaba y me mandaba a callar.

Mientras esto pasaba llegaron más vehículos oficiales hasta que hubo un total de cinco patrullas con once (11) policías interviniendo con nosotros. Uno de los guardias que llegó con las otras patrullas me preguntó si tenía un vehículo y cuando le dije que sí me dijo en un tono burlón: “pues los hubieses montado [a los caballos] ahí”. Cuando le digo que mi vehículo no es para caballos se empezaron a burlar de mí.

Ahí empecé a llorar. Estaba con coraje. No podía creer que llegaran tantos oficiales solamente por sacar mis caballos. Llamar a la Policía y que llegue tan rápido… eso no pasa mucho. Todo fue porque la guardia universitaria tiene a alguien que conoce en la Policía.

La intervención duró una hora y durante todo este tiempo el policía nos repitió que estábamos violentando el toque de queda. No nos arrestaron, pero no nos dejaron ir ni movernos hasta que llenaron todas las multas y los papeles. Terminó dándonos una multa por toque de queda por $5,000 y una citación al tribunal.
Días antes de la fecha de mi cita en el tribunal, me quitaron los cargos.

Tiempo después de esto estaba en el supermercado y me encontré al mismo guardia que me detuvo. Me reclamó: “¡Me debes una!… ¡Tú me debes una! ¡Te salvé de [una multa de] $5,000!”. De momento no supe qué decirle. Me quedé pasmada y en shock.

Otro día llegué a una gasolinera y vi a uno de los 11 oficiales que llegaron cuando intervinieron conmigo en una patrulla con su compañero. Cuando me bajo él se me queda mirando. Cuando terminé de echar gasolina veo que el otro oficial termina de echar gasolina y escuché al oficial que intervino conmigo decirle: “Móntate”.

Se fueron detrás de mí desde la gasolinera, persiguiéndome. Era una persecución.

Cuando volvieron a abrir la universidad el guardia universitario que estaba el día que llamaron los oficiales se estacionaba como por 15 minutos cerca de donde yo trabajaba velando qué yo hacía. Un día me ve en el recinto y me pregunta dónde estaba trabajando, pero le digo: “tú sabes dónde trabajo”.

Otro día, los empleados de la universidad me prestaron un trimmer para trabajar y cuando lo voy a regresar no estaba nadie. Entonces, lo puse en mi baúl y salí un momento a comprar almuerzo, pero cuando salgo por los portones un guardia universitario se me va detrás corriendo y me amenaza con hacerme una querella por sacar el trimer del recinto.

Tiempo después me fui de la universidad y no seguí estudiando. Quedé traumada con la situación de los policías y los guardias universitarios. Fue una persecución hasta dentro de la universidad. Fue bien injusto.

No, no me trataron nada bien. No tenían por qué denunciarme. Estaba haciendo algo que tenía y podía hacer. Estaba en todo mi derecho de sacar mis caballos, pero la guardia universitaria abusó de su poder al llamar y tirarme los estatales encima.

Me sentí afectada. Me limitaron mi libertad. Tantos oficiales interviniendo conmigo por una sencillez. No tenían que venir tantos. Todo era para amedrentar, fue una cosa bien horrible. Pienso en la persecución que me hicieron después en el supermercado y en la gasolinera y me asusto. Tengo miedo de que uno de estos policías abuse de su poder, que me multe o me haga algo.

Cuando me mandó a bajar de la yegua me dijo: “Te bajas o te arresto”.