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El 25 de agosto [de 2022] me manifestaba en la intersección de la Calle Fortaleza y la [Calle de Cristo] en el Viejo San Juan en contra de Luma [Energy]. La fuerza de choque estaba formada en filas frente a Fortaleza. Algunos tenían el número de placa en el casco, otros lo tenían tapado con su protector de ojos [plástico] y la mayoría de los oficiales de fuerza de choque no tenían placa visible. A eso de las 9:10 p.m. la Policía sonó una alarma y dieciocho oficiales de la fuerza de choque intervinieron [con la multitud], tirando gas pimienta a los manifestantes. Nunca hablaron ni dieron razón para intervenir o utilizar fuerza.

Siete policías empezaron a darle una paliza a dos manifestantes. Uno de ellos, el muchacho que tenía camisa amarilla, comenzó a botar un chorro de sangre. Todos los manifestantes se fueron corriendo, pero yo me quedé para grabar lo que sucedía. Los policías no estaban en formación, sino amontonados encima de los muchachos. Me acerqué y pude grabar la paliza que le dieron al muchacho.

Cuando los policías me ven grabando le hacen un encerrón y se llevan a los muchachos arrestados. En eso una fila de nueve guardias empezó a dirigirse a donde mí [en dirección hacia el Parque de Palomas]. Comencé a retroceder mientras caminaba de espaldas para seguir grabando. La policía empezó a avanzar más rápido y vi que me querían dar con todo lo que tuviesen. Los guardias empezaron a empujarme y a darme macanazos, pero lo hacían con todas las ganas y la animosidad del mundo. Uno de los oficiales trataba de quitarme o tumbarme el teléfono para que dejara de grabar. La tenían más en contra de mi teléfono que en contra mía.

Como vieron que no iba a soltar mi celular ni parar de grabar, un guardia dio la orden: “¡llévatela, llévatela, arréstala!”. Ahí la Policía me arrastró detrás de su línea. En el video que tomé se escuchaban mis gritos cuando hicieron esto. Se acumularon como cinco guardias encima. Intentaron utilizar esposas para arrestarme, pero dentro de la situación no les funciono. Ahí los policías comienzan a patearme en el pecho, en los brazos y a mi teléfono. Cuando me intentan levantar veo que son hombres y no mujeres. Les recalqué esto y ahí me soltaron y me dejaron caer al piso. Cuando caí al piso, logré coger el teléfono y correr, yéndome de allí.

Hay muchas personas que fueron agredidas de manera más intensa con perdigonazos y macanazos.

Definitivamente no. Me pareció absurdo que, no habiendo formación, me vean grabando y ahí formen una línea. Ellos estaban tan determinados de ir a donde mí y darme con la macana que era absurdo. Yo no presentaba ningún riesgo para ellos. Ni una cacerola tenía. Solo tenía mi teléfono con el que estaba grabando a una persona que ellos estaban agrediendo. No considero que me trataron adecuadamente en lo absoluto.

Más que físico, el impacto fue emocional. A mí me deja aturdida cómo una persona puede ejercer esta fuerza con gusto en contra de cualquier ciudadano. Mi cerebro no lo puede internalizar. Esto de tal manera que hasta olvidé lo que viví [en la intervención]. Lo que me acuerdo fue porque pude recuperar un poco la memoria viendo el video que tomé. Básicamente, mi mente bloqueó todo lo ocurrido.