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Desde horas de la mañana del domingo, 29 de enero [de 2023] fuimos a realizar una manifestación pacífica y un pasadía familiar en el área del Muelle Azúcar de Aguadilla. A eso de las 12:00 p.m. subimos al área donde está la verja blanca del potrero, donde [Carlos Román González y su compañía, The Clif] están usurpando tierra que es del pueblo [bienes de dominio público]. La estructura tiene una orden de demolición.

Cuando llegamos nos encontramos con más de diez guardias privados [de la compañía SJA Security Police] protegiendo la construcción. Ninguno de los guardias estaban identificados, pero sí estaban armados. Los ánimos se caldearon cuando empezó un intercambio [de palabras] entre los manifestantes y la guardia privada. Ahí los guardias empezaron a dispararnos con gas pimienta.

A mí y a otros manifestantes que estaban en la verja nos cayó en los ojos. Me desoriente y estuve unos segundo buscando mi norte [ubicarse]. Cuando me orienté me di cuenta que me alejé del área y dejé a mi esposa atrás. Fui a buscarla y la encontré diciéndole a los guardias privados que no usaran sus armas porque había niños. Considero que los guardias estaban mal entrenados y estaban buscando problemas, esperando a que suscitara una situación para usar sus armas.

Tuve que alejarme porque mis ojos todavía estaban llenos de gas pimienta, pero mientras caminaba sentí un calentón y un zumbido en el lado izquierdo de mi cabeza y me tiré al piso. Ahí me desorienté más. Pensé que era gas pimienta hasta que vi al compañero del Campamento Carey sangrando por una herida de bala en su tobillo. Me quité mi gorro y veo que tiene dos orificios de bala, y olía a quemado. Ahí entendí que fueron disparos con un arma de fuego. Las balas pasaron a centímetros de mi cara. Eso fue un intento de asesinato, no hay otra forma ponerlo. A mi lado había niños. Un poco más y estuvieramos hablando de la muerte de un manifestante o un niño.

Cuando tiraron el gas pimienta ya estuvo de más [excesivo], pero comenzaron a disparar balas sin medir palabras. Fue una respuesta descabellada. ¿Qué vamos hacer contra unos guardias armados? Nada. Ni siquiera sé quiénes dispararon porque estaban encapuchados.

Desde que comenzó la manifestación había como cincuenta policías y de veinte a treinta patrullas en [las facilidades del Departamento de] Obras Públicas. Estaban cerca del área, pero aún así se tardaron. Cuando la Policía llegó al área, luego de los disparos, lo hizo con más de cien policías. El agente Alvelo y el capitán Cordero le tomaron querellas a las personas afectadas por los disparos, pero después la Policía nos ordenó a abandonar el lugar y sacó a los manifestantes a la fuerza por alegada obstrucción a la justicia. Le reclamamos [a los policías] que los guardias privados eran los criminales, pero no les importó y procedieron a arrestar a seis de nuestros compañeros.

No. La Policía no respondió a tiempo. Incluso, estando en el lugar desde mucho antes no defendió a los manifestantes ni ayudó a las personas heridas.

Emocionalmente ha sido bien fuerte. Tengo mucho coraje y siento impotencia. No disfruto hablar de esto. Cada vez que tengo que contar mi historia la revivo. Lo hago porque tengo una responsabilidad social para hacerlo, pero es difícil. Mi familia está preocupada. Tuve un zumbido en el oído por seis días y no puedo dormir porque el evento se repite en mi mente. Estoy recibiendo ayuda psicológica. El sistema judicial está diseñado para que las víctimas se cansen y a veces te sientes más como el criminal que la víctima.