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A eso de las 11:45 p.m. del 11 de octubre [de 2021] salí con dos amigos más firmas por ahí. Fuimos por el Paseo de Diego, cortamos hacia para Río Piedras y paramos en un kioskito color gris que había en esa calle. En lo que estuvimos allí pasó una patrulla que se detuvo una calle más abajo, dio reversa y vino a donde nosotros. Sabíamos que iban a intervenir con nosotros, así que no hicimos ninguna señal de escape. Simplemente les esperamos.

Ahí dos oficiales se bajaron de la patrulla, y uno nos apuntó con su arma de fuego y empezó a gritarnos que no corriéramos, que diéramos media vuelta y que nos pegáranos a la pared. En ese momento los tres subimos los brazos y dimos la media vuelta. No lo tenía que decir, pero sabíamos que si corríamos, nos iba a disparar. Fue amenazante. Le dije al oficial: “no hace falta el uso de armas. No vamos a resistir, vamos a cooperar. No tenemos nada encima”, pero él insistió en tener su arma de fuego hasta que nos diéramos la media vuelta y abriéramos las piernas.

El oficial insistió en que la posición que debíamos tener contra la pared tenía que ser incómoda, que teníamos que abrir las piernas hasta que sintiéramos estrés muscular. Teníamos que estar así hasta que llegaran los refuerzos que pidió por el radio. Le dijo a su compañera de patrulla: “apuntales con el taser y el que mueva un músculo se los pegas”, y nos gritó de manera violenta e intimidante: “¡les vamos a revisar lo que tienen encima! ¡Estábamos locos por coger a los grafiteros!”.

En un principio el oficial no supo señalar bien por qué nos estaba interviniendo, pero cuando estábamos contra la pared le pregunté específicamente por qué nos detenía y ahí nos dijo que fue por pintar el kiosko gris, frente a donde estábamos. Durante este tiempo el oficial dijo que estábamos violando el toque de queda. Yo le pedí que me informara la hora, pero no lo quiso hacer.

Estuvimos esperando de 10 a 15 minutos a lo que llegaron las otras patrullas que llamó. Cuando llegaron los refuerzos, el oficial nos chequeó los bolsillos y nos sacó todo lo que teníamos, que eran pinturas y marcadores. Mientras nos chequeaba le preguntó a mis compañeros dónde vivían, sin decirnos qué iba a pasar con nosotros o si nos iban a arrestar o a citar. No sabíamos nada.

Uno de mis compañeros se quedó en silencio y el oficial se alteró, le dijo a mi amigo que tenía que contestar las preguntas que estaba haciendo.. El policía usó tácticas de intimidación al decirnos que tenía fotos y video de nosotros pintando, cuando por ahí hay muchísimos artistas que pintan sin permiso. Dudo que nosotros seamos específicamente los que ellos supuestamente están buscando.

Tuve que decirle al oficial que por favor se tranquilizara, que no íbamos a resistir el proceso, pero que no necesariamente íbamos a cooperar porque es nuestro derecho mantener silencio. Al escuchar la palabra “derecho”, el tono y la actitud del policía cambió. No se hizo pana de nosotros, pero no volvió a gritar.

Cuando terminó de chequearnos nos mandó a darnos media vuelta y me preguntó a mí, específicamente, si tenía antecedentes penales. Yo le dije que no. Me dijo que era un delito mentirle a la Policía y le contesté que lo sabía y que no estaba mintiendo.

Después de cogernos los datos, el policía nos indicó que íbamos al cuartel para hacer la citación. Como estábamos cerca del cuartel, ellos se dieron el lujo de ir en sus vehículos mientras nosotros caminábamos hasta allá, pero ellos iban en sus patrullas, con una al frente y otra detrás de nosotros. Caminamos hasta el cuartel y allí nos hizo la cita.

Nos citó al cuartel por vandalismo, pero en el momento no habían decidido si eran daños menores o daños graves. La cita fue para el próximo día a las 9:00 a.m., pero no nos dio copia de la citación ni su número de contacto. Nos dijo que habrá consecuencias legales si no vamos a la citación.

Al día siguiente cuando llegué al cuartel con mi abogado, lo primero que hicieron los compañeros del policía fue advertirle al oficial que yo estaba con un abogado. Ahí nos dijeron que estaban tratando de conseguir a las personas que estarían radicando cargos, específicamente por el kiosquito que ellos dicen que supuestamente no vieron pintando.

No. No es un trato adecuado que se haya bajo apuntándonos con su arma. O sea, yo soy una persona que siempre le va a coger el número de placa y el nombre a un policía y preguntarle el motivo de la intervención, pero a mí se me olvidó preguntarle todo eso por el estado emocional al que me indujo el oficial cuando sacó su pistola. Le dijimos que íbamos a cooperar, pero como quiera nos puso en peligro. No había indicio de que nos fuéramos a ir corriendo, porque ellos se pasaron de la calle, nos vieron, dieron reversa y ahí bajaron… nosotros los esperamos.

Una mezcla de vulnerabilidad y enojo. En el momento uno intenta tener la mente fría y permanecer en control, pero uno termina con un enorme sentimiento de encojonamiento. Estábamos super cerca de nuestras casas, así que todo esto pasó en un espacio que nosotros considerábamos seguros. Uno se siente vulnerable por el hecho de que ellos estaban haciendo un uso indebido con su poder. No se limitan a decir lo necesario, el por qué están interviniendo, sino se ponen a decir cosas como “esto no es arte si no tienes permiso”, pero tú no te vas a poner a discutir con un policía.

En un principio no la supo señalar bien, pero cuando estábamos contra la pared ahí nos dijo que fue por pintar el kiosko gris.

Nos amenazó con un arma y nos dijo que no corrieramos. Sabiamos que dispararía si lo hacíamos. Él se bajó de la patrulla y nos apuntó a los tres con su arma.