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El pasado 14 de abril me disponía a salir con mi esposa, con motivo de la celebración de su cumpleaños el 9 de abril. Decidimos salir como a eso de las dos de la tarde, y me percato por las cámaras de la casa que fuera, en el portón, había un grupo de policías y una ambulancia.

Abro la puerta del balcón en el segundo piso y veo que entraron alrededor de diez agentes. Uno me dice que baje un momento. Yo le pregunto qué hacen, y me pregunta si yo soy Joel y me repite que baje. Vuelvo y pregunto qué hacen en los predios de mi propiedad y si tienen una orden para estar aquí. Ya anteriormente fui víctima de acecho policial en mi negocio de mecánica, y ya yo había hablado con autoridades federales, así que me sentí un poco intimidado, pero bajé las escaleras.

Se me acerca un agente y vuelvo a preguntar por qué están ahí. Me contesta que se van a llevar a alguien, pero no me dijeron que era a mí. El policía me vuelve a preguntar si soy Joel. Me dice: tranquilo, vamos a dialogar. Ahí yo le empiezo a explicar que soy Joel, que soy mecánico, que esta es mi residencia, le explico que me siento intimidado, y también le explico lo que me pasó en 2018 [intervención policial en su antiguo taller de mecánica]. Le expliqué de forma voluntaria, por cortesía, por tratar de ser amigable.

Le pregunté al policía si la ambulancia era para mi mamá, porque es una persona mayor que vive abajo [primer piso de la casa], y a veces le sube la presión y la tiene que buscar una ambulancia. No me contesta nada. Me pareció muy sospechoso. Lo llevo [al policía] al área de mi taller de mecánica [estructura de cemento en el patio trasero de la casa] en donde tengo mis herramientas para que vea dónde trabajo y eso. Cuando salgo me percato que toda la casa está rodeada de policías.

Mi esposa baja, se acerca y me escucha hablando con los agentes. Ahí se me paran de frente de forma desafiante. Les dije que me sentía intimidado, que me dijeran por qué están ahí. No me contestan, subo las manos y les digo que como no me van a decir me voy con mi familia. Ahí me esposan, me empujan, caigo encima de mi tobillo, me pegan contra la pared, y ahí no me quise mover más.

A todas estas yo estaba pensando que me iban a llevar a un cuartel, pero me estaban llevando a la ambulancia, y me detengo antes de entrar. Ahí escucho a un policía decir “a este lo que hay que hacer es darle cuatro tiros en la cara” y a otro “hay que meterle fentanilo pa’ que avance”.

Todo me pareció muy raro y pensé lo peor. Pensé que era un acto de venganza por mis querellas en 2018. A todas estas aparece mi esposa, me dice que tampoco sabe qué estaba pasando.

Me montan en la ambulancia, me tiran, prácticamente. Me empujaron como si fuera un perro. Esto pasó frente a todos mis vecinos. Yo estoy esposado, el paramédico me toma la presión, el pulso, y arrancamos. Me llevaron a toda prisa por ahí abajo en la ambulancia y con las sirenas puestas. Yo se lo digo al paramédico, que se detengan porque me están secuestrando, porque la Policía a todas estas no me había enseñado nada ni me había dicho por qué me detenían. Me llevaron al hospital, no al cuartel.

Me meten por una sala de emergencia y me percato que es un hospital psiquiátrico. Los mismos dos agentes que me montaron en la ambulancia escoltaron en patrulla a la ambulancia hasta el hospital. Me metieron esposado, me quitaron las esposas adentro, quedé bajo custodia del hospital y los agentes desaparecieron.

En el hospital lo primero que pido es hacer una llamada, les digo que me siento raptado, que [los policías] no me han enseñado un documento ni orden para arrestarme, y les explico lo que pasó. En el hospital me dijeron que había un protocolo para seguir. Me metieron en un baño lleno de excreta y orina, me desvistieron, me chequearon hasta el ano prácticamente. A los quince minutos procedieron a meterme dos inyecciones. Les vuelvo a repetir que necesito hacer una llamada, quería llamar a mi esposa, dijeron que no. Me hicieron doblarme en el mismo baño y me metieron las dos inyecciones. De ahí fue lo peor que ha pasado en mi vida. Me drogaron, no podía ni mover los pies. Estuve cuatro días en el hospital bebiendo pastillas. Me dijeron que si no cooperaba me iban a amarrar, y me enseñaron personas amarradas a camillas. Para no pasar por eso me tomé todo lo que pude. Eso [las pastillas] me mandaba para la cama, era una cosa horrible. Así estuve por cuatro días, me permitían llamar a mi esposa una que otra vez, pero yo estaba con la mente perdida por las pastillas. Ella no sabía lo que estaba pasando.

Cuando salí fui a las oficinas del FBI. Fui un viernes, me atendió un agente y le expliqué todo lo que sucedió. Me pidió el DVR de las cámaras de la casa y citaron a mi esposa para el lunes siguiente. Ese lunes volvimos y explicamos todo. Me dijeron que lo estaban viendo como un rapto y que buscara un abogado. Me dijeron que pasara por la comandancia a ver si había alguna orden en mi contra.

Fui al tribunal de Bayamón, piden mi nombre, y se tardan quince o veinte minutos y me dicen que no consiguieron nada. No aparecía ningún documento a mi nombre. Me piden la placa del agente que sometió eso [la orden de arresto] y le dimos el único nombre que teníamos, de la agente Karina Vélez Perez, 38050.

Tenemos su nombre porque mientras a mí me arrestaban, la agente le preguntó a mi esposa dónde estaban sus hijos, y que tenía que irse con ellos. Mi esposa procede a ir a donde mis nenas en el segundo piso, y cuando mira para atrás les preguntan por mi arma de fuego para la que tengo licencia. Ella la busca arriba y cuando baja hay cuatro agentes de la Policía dentro de la casa. Ella pregunta qué hacen ahí pero suben y arriba descargan la pistola. Le dijeron que busque mi licencia de portación, y ella se la entregó. Mi esposa dijo que quería ir a donde yo estaba, pero le dijeron que no podía, y cuando intentó salir la empujaron. Cuando pidieron el arma a mi esposa, la agente Karina firmó un documento con su nombre y número de placa, y esa fue la información que di en el tribunal.

Cuando metieron eso al sistema salió que la última orden que ella había pedido fue [una 408, detención temporera de 24 horas] con el segundo apellido de Rivera, y estaba la dirección mía, pero el apellido no estaba bien, ni la edad tampoco. Yo no soy Rivera, no me podían arrestar con esa orden.

El pasado 10 [de julio] fuimos a la comandancia a hacer una querella administrativa contra la agente Karina. Pedimos información de todos los agentes que participaron pero no había información. El agente que me estaba entrevistando aceptó que a la orden [con segundo apellido Rivera] le tenían que hacer una moción para enmendar el apellido. Él mismo dijo que si sacaron la orden a las nueve de la noche, ¿por qué fueron a las dos de la tarde si eso se debe hacer inmediatamente? Si la Policía me hubiese enseñado el papel yo me hubiese percatado que no era mi apellido. Lo considero una burla del sistema. Me hicieron daño a mi esposa y a mí.

Ese mismo día que fuimos a hacer la querella administrativa fui a averiguar sobre una querella que hice en abril por artículos desaparecidos tras ese evento. Se me desaparecieron $2,500 y dos cadenas que estaban en el segundo piso, donde subieron los policías. Hicimos la querella a ver si había algún tipo de reparación. Esa de artículos desaparecidos no la encontraron en el sistema.

Me siento horrible. No sé por qué me hicieron esto. No soy paciente de salud mental. La noche anterior estuve compartiendo con mis hijas. Hasta el sol de hoy no tengo problemas con mi vecino. No sé por qué hicieron esto. Ahora todo está en manos de mi licenciado, que me dice que hay muchas fallas [por parte de la Policía]. Yo quiero saber quiénes fueron los oficiales que intervinieron conmigo, necesito identificarlos, eran más de 25. Ahí estaba la unidad motorizada, habían patrullas y una ambulancia.

Jamás en la vida muchacho. Primero que nada lo primero que debieron hacer es no brincar el portón de mi casa. Yo bajé con la llave del portón a la mano para cerrar el candado, porque vi que seguían entrando y no me habían dicho nada. Iba a poner el candado pero uno de los policías puso la pierna así que no pude cerrar el portón. Le pregunté si se puede echar para atrás, para cerrar el portón, pero me dice “nosotros hacemos lo que nos da la gana”.

Siempre pensé que me iban a llevar a un cuartel, nunca pensé que fuese a terminar en un hospital psiquiátrico. Fue una burla y chabacanería del sistema.

Yo me considero un guerrero y quiero justicia. Quiero ver a los que me arrestaron de frente. A todos. Yo no puedo creer que ninguno de ellos, y eran más de veinticinco, detuvo lo que estaba pasando. Lo que han hecho afecta a los niños. Por esta situación por la situación económica mi nena perdió unas clases que debía tomar en verano. Estaba todo programado para que ella cogiera esas clases pero se interrumpió todo. Lo que me afecta es lo de la nena.

Yo no sé qué va a causar esto en mis hijas en el futuro. Lo que quiero es que el responsable pague y que no quede impune. Espero que la agente diga quiénes andaban con ella.

Escuché a dos policía decir “a este lo que hay que hacer es darle cuatro tiros en la cara” y a otro “hay que meterle fentanilo pa’ que avance”. Pensé lo peor.

Alegada negligencia en el desempeño de sus funciones